¿4% para qué?
La campaña por el 4% para la educacion demostró
ser uno de los ejemplos más ilustrativos de lo que es capaz de lograr
una sociedad cuando se unifica en torno a lograr metas. Fueron muchos
anos de reclamos. Pero sobre todo, el 4% resultó ser la emancipación de
una idea que trascendió a los partidos y a las organizaciones y
sindicatos tradicionales.
Ahora tenemos que preguntarnos, ¿4% para qué?
La
ejecucion presupuestaria en Educación para el 2011 fue de 39,055
millones de pesos, lo que representó el 1.86% del PIB. De ese total, 18
mil millones se aplicaron al programa de Educación Básica, que agrupa el
66% de la matrícula escolar pública; 3951 millones al de Educación
Media, que representa el 21% de los estudiantes y apenas 747 millones de
pesos a la Educación Inicial, que cubre solo el 40% del total de niños
menores de 6 años que viven en el país.
Si algo llama de inmediato
la atención sobre estos números es la insuficiencia presupuestaria y
las carencias con que se maneja la educación pública en la República
Dominicana. De modo que la lucha por el 4% no sólo se justificaba por
estas razones, sino que se correspondía plenamente con los objetivos
que, como sociedad sumida en el subdesarrollo, tenemos que alcanzar para
los próximos años, si queremos ponernos en sintonía con las metas del
milenio.
Según la propia Ley de Educación, la ejecución
presupuestaria debe distribuirse de modo que el 80% se aplique para los
gastos corrientes y el 20% para los gastos de capital. Para el 2011, sin
embargo, el gasto corriente representó el 92% de esta ejecución,
mientras que el gasto de capital apenas llegó a un 8%. Está claro que
una realidad como la descrita amerita de una recomposición en la
relación del gasto, si queremos que el 4% que se le ha asignado a la
Educación en el presupuesto del 2013, tenga impacto real en el
mejoramiento de la calidad de los procesos de enseñanza-aprendizaje. No
basta un 4%, ni un 5, ni un 10 si no nos proponemos cambiar la
distribución del gasto educativo. México, por ejemplo, destina el 5% del
PIB a la educcación, pero dedica el 93% al pago de servicios personales
(nómina, prestaciones, seguros, etc.).
México, según un estudio
reciente, ocupa el último lugar dentro de países de la OCDE en cuanto a
expectativas de graduación del bachillerato (47%). México es también el
penúltimo país en la OCDE, después de Turquía, con el más alto número de
jóvenes de 15 a 29 años que no estudia ni trabaja. Por último, México
ocupa el lugar 116 entre 134 países en calidad de la educación, a pesar
de ser el 2do país, después de Finlandia, que más incrementos salariales
hizo a sus maestros entre 1996 y 2007 y uno de los países que más
incentivos salariales le da a ese sector.
Esta reorientación del
gasto tiene que empezar por darle la importancia que se merece la
Educación Inicial, que es la responsable de que los niños empiecen a
desarrollar la capacidad de relacionar conceptos y es la que lo prepara
para las tareas de abstracción como son las matemáticas y la lectura
comprensiva.
Que sólo un 40% de nuestros niños participen en el
sistema preescolar no sólo es muy grave, sino que es también un signo de
lo mal que estamos en cuanto al establecimiento de prioridades
educativas. En Europa la tasa media de escolaridad de niños entre 3 y 5
años es de 94%. En Bélgica, Dinamarca, Francia y España es de 100%.
Estados
Unidos gasta el 4.8% del PIB en educación, Alemania el 4.2%, Brasil el
4.2% y Chile el 3.2%. Sin embargo, en infraestructuras escolares la
inversión de esos países va desde un 6.7% en Brasil y Alemania hasta un
11.2 en Estados Unidos. Nuestra inversión en infraestructuras escolares
fue de 747.4 millones de pesos en el 2011 (0.02%).
Si bien se
reconoce la importancia que para impartir una educación de calidad tiene
el que los maestros puedan sostener condiciones de vida decente,
también hay que reconocer que otras prioridades aplican para poder sacar
la educación pública dominicana del círculo de mediocridades en el que
se desenvuelve.
Es correcta la decisión que tomó el gobierno de
empezar la ejecución presupuestaria con la construcción de más de 10 mil
aulas, debido a que esta acción pondrá al ministerio de Educación en
capacidad de expandir la cobertura escolar y al mismo tiempo proveer un
espacio decente para que el proceso enseñanza-aprendizaje se produzca
con la calidad que todos deseamos.
Sería correcto también que ese
presupuesto contemple acciones contundentes hacia la expansión de la
cobertura preescolar y hacia la implementación de una metodología de
enseñanza que coloque al estudiante como eje central del proceso.
Correcto será, también, que iniciemos un efectivo programa de
capacitación y evaluación profesoral que permita al maestro convertirse
en el garante de la calidad de la educación de nuestros niños.
Correctísimo, también que se inicie el proceso de descentralización
progresiva de la gestión del sistema escolar, dándole autoridad a los
agentes locales, directores, maestros y padres para intervenir en el
control de calidad de ese sistema.
Correctísimo sería dedicar más
recursos a los politécnicos y a la construcción de los institutos
comunitarios, promover un bachillerato que capacite al joven para el
trabajo y acabar con los altos índices de deserción escolar,
responsables de que menos de un 3% de nuestros estudiantes de secundaria
puedar llegar y graduarse en la universidad.
El 4% es la
magnífica oportunidad que esperaba el pueblo para que se empiece hacer
lo que nunca se ha hecho en la educación pública de la República
Dominicana.

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