Tiempo de reflexión
La Semana Santa se observa en todo el mundo más allá de las creencias
históricas, teológicas o espirituales que cada uno profese.
Durante este tiempo, cada país o región le aporta a esta celebración
tradicionales rasgos dogmáticos y culturales que la convierten en una época muy
especial.
Se le conoce, también, como tiempo de pascuas, Semana Mayor o Semana Grande;
es la fiesta más antigua de la Iglesia Cristiana y el vínculo que unen el
Antiguo y el Nuevo Testamento con la promesa de la vida eterna y que conmemora
el misterio pascual de Jesucristo.
Es un tiempo de gran simbolismo litúrgico para las diferentes religiones
cristianas, especialmente para los creyentes católicos; se inicia el Domingo de
Ramos y concluye el Domingo de Resurrección, cuya celebración debe oscilar entre
el 22 de marzo y el 25 de abril de cada año, fechas consensuadas por las
distintas corrientes históricas cristianas reunidas en el Concilio de Nicea I,
celebrado en el año 325, en el territorio que ocupa actualmente Turquía.
La Cuaresma precede la Semana Santa. Representa el núcleo esencial de la vida
espiritual cristiana católica y el momento litúrgico más intenso de todo el año.
Es un período de 40 días que se acoge como un proceso de reflexion, de profundo
recogimiento e introspección; tiempo de preparación para la celebración de la
resurrección de Jesucristo.
De igual manera, también es la celebración más importante y antigua de los
cristianos de Israel; por eso le llaman a este tiempo la Pascua Judía.
La Semana Santa se inicia el Domingo de Ramos que recuerda la entrada
triunfal e impactante de Jesús a Jerusalén, aclamado con vítores y palmas, como
se hacía con los grandes reyes de la época.
Los ramos indicaban la llegada de la primavera y las cosechas abundantes,
después de largos y crudos inviernos.
Conforme a la lectura e interpretación de los Evangelios, desde el Domingo de
Ramos hasta el Jueves Santo, Jesús anticipa a sus discípulos la traición de
Judas y las negaciones de San Pedro.
El jueves Santo se abre el Triduo Pascual, expresión de uso reciente (Siglo
XX) y que significa la celebración única y continua hasta el domingo.
El Jueves Santo, la iglesia Católica conmemora la institución de la
Eucaristía de Jesús y sus discípulos en la Última Cena o misa crismal y el
lavatorio de los pies realizados por Jesús, dejándonos una enseñanza sobre la
humildad y el amor a los demás. Muchos acostumbran después de esa misa, salir en
procesión, visitar museos y a los monumentos de las distintas iglesias.
El Viernes Santo se medita sobre la Pasión de Cristo y la adoración de la
Santa Cruz; la Iglesia, siguiendo una antiquísima tradición, este día no celebra
la Eucaristía, sino que los fieles comulgan con las hostias sobrantes del día
anterior y hacen un viacrucis, simulando los pasos del Señor.
Al mediodía, se imparte el Sermón de las Siete Palabras, tradición de varios
siglos en la iglesia Católica, muy valorada por toda la sociedad confesional con
sus distintas creencias y manifestaciones religiosas, puesto que recoge el
verdadero sentido del sacrificio de Cristo, con la esperanza de una vida plena y
un futuro renovador.
Estas palabras pronunciadas por Jesús en la cruz y escritas en los evangelios
son las siguientes: ´Padre, perdónalos porque no saben lo que hacenª; ´Hoy:
estarás conmigo en el paraísoª; ´Mujer, ahí tienes a tu hijoª, y al discípulo: ´
ahí tienes a tu madreª; ´Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?ª;
´Tengo sedª; ´Todo está consumadoª; y la última, ´Padre, en tus manos encomiendo
mi espírituª.
El Sábado Santo es el día del gran silencio: la comunidad permanece junto al
sepulcro del Señor, meditando sobre su pasión y muerte. Una vez iniciada la
noche, tiene lugar la principal celebración cristiana del año, la Vigilia
Pascual, que culmina con una misa solemne que pone fin al Triduo Pascual.
El Domingo de Resurrección, conforme las Sagradas Escrituras, nos permite
celebrar la vida nueva como fundamento de la fe cristiana.
El apóstol Pablo, sobre la celebración de la Pascua dice: “Despójense de la
vieja levadura, para ser una nueva masa, ya que ustedes mismos son como el pan
sin levadura. Porque Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado. Celebremos,
entonces, nuestra Pascua, no con la vieja levadura de la malicia y la
perversidad, sino con los panes sin levadura de la pureza y la verdad”. (Primera
Carta a los Corintios: Cap.5)
La Semana Santa no es una conmemoración exclusiva de los católicos; también,
otras religiones la celebran, pero de manera diferente.
En la actualidad hay más de 2.000 millones de seguidores del cristianismo,
divididos en más de 30.000 iglesias diferentes, aunque las más numerosas son la
iglesia Católica, con más de 1.200 millones de seguidores, las iglesias
reformadas mayoritarias, con 350 millones, y la iglesia ortodoxa con 250
millones.
Sin dudas, dos mil años después, los hechos históricos y bíblicos ocurridos
durante esta semana cambiaron la percepción del mundo espiritual.
El papa Francisco, recientemente entronizado, ha emergido como un símbolo de
esperanza y cohesión dogmática entre los grupos confesionales. Recientemente,
ante representantes de otras iglesias y comunidades no católicas, se comprometió
a continuar el diálogo ecuménico en aras de la unidad y el diálogo iniciado con
el Concilio Vaticano II.
En esta reunión, con la cual inició su pontificado, expresó lo siguiente:
“Deseo asegurar mi firme voluntad de que todos los cristianos sean ‘una sola
cosa’ para que puedan testimoniar de manera libre, alegre y valiente el
Evangelio”.
La celebración de la Semana Mayor es trascendente porque nos permite vivir el
sacrificio de Jesús, renovar la esperanza de la resurrección y recibir una y
otra vez la promesa cumplida de vida eterna.
Aprovechemos todos este tiempo para crecer espiritualmente. Vivámosla en
meditación y que este tiempo de asueto y de merecido descanso, nos acerque a la
esencia espiritual del universo, retomando nuestros valores religiosos y
familiares; sobre todo, que nos permita rescatar la humildad, tomando como
ejemplo al papa Francisco, quien dijo que “el Jueves Santo lavaré los pies a 12
jóvenes recluidos en una cárcel para menores, en la sede del Vaticano”.
Seamos humildes, como lo fue Jesús. Dediquemos un día a la semana a hacer un
acto de solidaridad. Olvidemos y perdonemos las calumnias, los oprobios y el
irrespeto. Seamos comprensivos y profesemos amor a nuestros semejantes. Seamos
solidarios ante las dificultades, penurias y enfermedades de los demás.
Eduquemos a nuestros hijos en la fe y digámosle que la Semana Santa es tiempo
para reforzar los valores religiosos, espirituales y familiares. Vivamos el
sacrificio de Jesús, escogiendo la luz, no la oscuridad y siempre amar y
perdonar, en vez de odiar. ¡Es tiempo propicio para la reflexión!

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