Hoy hace 50 años..ASESINARON AL PRESIDENTE John F . Kennedy
**Villa
Central Digital**LA CONSPIRACIÓN INVISIBLE
— «¿Sabiendo como saben ahora que sólo se disparó un arma desde el sexto
piso del almacén de libros — seguido de una detallada explicación de la teoría
de la bala mágica— podrían decir que la herida del presidente era un orificio
de salida?».
El Lincoln negro se desliza, casi al mismo ritmo de la carrera de una persona. Va totalmente descapotado, lo que, unido al soleado día en Dallas (Texas), ofrece una estampa inmejorable. Son las 12.30 del 22 de noviembre de 1963.
En la acera que está enfrente de
Dealey Plaza, Abraham Zapruder graba toda la escena para estrenar una cámara
Super 8 mm que acaba de adquirir. Casi cuando la limusina del presidente se
acerca hasta su lugar, la imagen que graba se desenfoca brevemente. Primera detonación. «Oí lo que supuse que era un disparo de rifle. Pensé que procedía de
detrás de mí, por encima de mi hombro derecho», recordaría el gobernador de
Texas, John Connally, que iba en el coche con su mujer, sentado en la segunda
fila de las tres del vehículo. La bala se pierde y golpea en el pavimento.
Segundo
disparo. La Super 8 de Zapruder recoge poco
después nítidamente el gesto del presidente llevándose las manos al cuello con
signos de ahogo y dolor en el rostro.«¡Han disparado a mi marido!», grita Jacqueline. En el
asiento de enfrente, el gobernador John Connally parece que tampoco se
encuentra bien, está ladeado y también visiblemente dolorido. «Dios mío van a
matarnos a todos», exclama, ya empapado en sangre, después de que una de las
balas le alcance por la espalda y le salga por el pecho.
Entre la primera detonación y la
segunda transcurren apenas cuatro segundos. Todo ocurre muy rápido. Jacqueline intenta en ese
momento ayudar a su marido, que sigue ahogándose, mientras el coche avanza todavía bastante lento. Por su parte, el
gobernador y su esposa están ya recostados sobre su asiento para evitar la
línea de fuego: «Tiré de mi marido hacia mí para protegernos. No vi nada más,
solo escuché los disparos».
Unos tres segundos después de la
primera reacción del presidente, según el metraje de la cinta Zapruder, una
nueva bala impacta brutalmente contra la cabeza de John. Jacqueline,
horrorizada, grita entonces: «¡Mi
marido está muerto. Tengo su cerebro en mis manos!», mientras intenta salir del coche trepando por la parte trasera. En ese
instante, Clint Hill, un agente del servicio secreto, se encarama al coche por
detrás y evita que Jackie, fuera de sí, salga del Lincoln.
Solo unos instantes después, el vehículo sale de Dealey Plaza y del
objetivo de Zapruder. Varias versiones se pueden ver ahora en internet
accediendo simplemente a Youtube.
La pregunta clave: ¿cuántos disparos hubo? La Comisión Warren, que investigó el magnicidio por orden del nuevo
presidente, Lyndon B. Johnson, y denominada así porque la presidió el juez del
Tribunal Supremo James Earl Warren, dictaminó en 1964 que fueron tres disparos
—dos certeros, el segundo y el tercero—, todos obra de un tirador, Lee Harvey Oswald,
que actuó solo y era un desequilibrado. Caso cerrado. O no. En 1976, un Comité
de la Cámara de Representantes lo reabrió. Tres años después, concluyeron que
hubo cuatro disparos, probablemente dos tiradores y, por tanto, una
conspiración.
¿Con quién
lo hizo entonces Oswald?
Tras el tiroteo, el Lincoln abandonó,
ya sí, a toda prisa el lugar. «El resto del camino fui abrazada a John,
sujetándole la cabeza para impedir que se le saliera el cerebro», relataría más
tarde la esposa del presidente. Después de una frenética carrera, JFK y el
gobernador de Texas son sacados del coche a la puerta del hospital Parkland.
Aunque no había ninguna esperanza, los doctores James Carrico y Malcom Perry,
los primeros en atenderle, por ese orden, no dudaron en intentar lo imposible.
Para reavivar el pulso y la respiración decidieron practicarle una traqueotomía aprovechando la herida
de la bala en la garganta de Kennedy, la única visible, además del espantoso destrozo de la cabeza. Fue inútil, porque aunque le
hubieran devuelto las constantes tenía medio cerebro fuera del cráneo y ya no
existía actividad neuronal, como comprobaría el neurocirujano Kemper Clark.
Alrededor de 40 minutos después, se abandonó todo intento y se consensuaron las
13.00, hora de Dallas, como el momento de defunción de JFK.
Orificio de entrada, no de salida
Lo que no podían imaginar entonces James Carrico y Malcom Perry es que
con la traqueotomía acababan de borrar una de las huellas clave para la
autopsia. Tras la defunción del presidente, los doctores del Parkland dieron
una rueda de prensa para informar sobre lo acontecido. En ella Malcom Perry
afirmó que la herida de la garganta, que sólo él y Carrico pudieron examinar
durante un breve lapso, era el orificio de entrada de una bala y no el de
salida.
En ese mismo instante, el cuerpo del presidente volaba hacia el hospital
de la Marina en Betsheda, Maryland, para practicarle la autopsia, después de un
breve altercado entre el Servicio Secreto y el personal del Parkland, que
insistió en hacerle la autopsia allí mismo, como establecían las leyes del
estado de Texas.
La versión de los doctores del
Parkland era relevante porque fueron los únicos médicos que observaron la herida
antes de la traqueotomía, y resultaría más tarde problemática para el FBI,
puesto que no
encajaría con un caso que prácticamente tuvieron cerrado en menos de 24 horas. La policía de Dallas había detenido al supuesto autor, Lee Harvey
Oswald, una hora y media después del tiroteo. Encontraron el arma homicida, un
rifle Manliccher Carcano de cerrojo, en la misma sexta planta del edificio de
Dallas desde donde se efectuaron los disparos. Poco después se comprobaría que
lo había comprado Oswald con un nombre falso y que sus huellas estaban en el
arma.
Varios testigos afirmaron haberle
visto en esa planta instantes antes del tiroteo y, además, fue el único
empleado que huyó tras el atentado. Apenas una hora después de los disparos, a
las 13.30, fue
interceptado en la calle por un policía de Dallas, J. D. Tippit, prácticamente al mismo tiempo en el que los doctores del
Parkland daban su célebre rueda de prensa.
Oswald mató a Tippit con un revólver,
como declararían varios testigos y huyó hasta un cine donde fue detenido. Fue en un tiempo récord, las
pruebas contra él eran evidentes, el caso parecía estar suficientemente claro. Sin
embargo, Arlen Specter, el ayudante del fiscal que interrogó a los doctores
Carrico y Perry como asistente de la Comisión Warren, responsable además de la
teoría de la bala solitaria, tuvo que hacer encaje de bolillos: la herida en la
garganta de Kennedy, debajo de la nuez, tenía que ser un orificio de salida,
sencillamente, porque Oswald disparó desde el sexto piso del almacén, detrás
del presidente, y no delante de él. La apreciación de los médicos echaba por
tierra esa posibilidad.
Les interrogó haciéndoles saber las evidencias que tenían contra Oswald:
— «¿Teniendo en cuenta su apreciación de la herida de la garganta podría
decir si era un orificio de salida o de entrada?».
A lo que ambos doctores, por separado, contestaron que teniendo en
cuenta lo que habían visto, podía ser tanto de entrada como de salida.
La respuesta siguió sin ser suficiente para Specter, que insistió:

A lo que Carrico y Perry acabaron contestando que sí, que en ese caso,
podría ser un orificio de salida...
El testimonio de los médicos del Parkland, más allá de las posibles
evidencias forenses, indica, sobre todo, la forma en la que actuaron los
investigadores de la comisión y los agentes del FBI durante los meses en los
que reunieron pruebas para el esclarecimiento del asesinato: más que trabajar
para recabar información relevante, lo hicieron para consolidar la versión del
único sospechoso: L. H. Oswald, establecida en las 24 horas después del
asesinato.
Discriminaron los testimonios de los testigos que afirmaron oír
disparos desde la valla de madera en el montículo del Grassy Knoll, enfrente
del coche en el que viajaba el presidente, un
emplazamiento totalmente diferente del de la ventana del sexto piso del almacén
de libros de Dallas. En algunos casos incluso los alteraron, según denunciaron
a la prensa años más tarde personas como Lee Bowers.
Es improbable, cuando no imposible, afirmar que tantos agentes del FBI,
los que interrogaron a los testigos, los encargados de hacer las pruebas de
balística con el rifle de Oswald... En definitiva, que un equipo que involucró
a más de un centenar de miembros de su personal estuviera implicado en una
conspiración.
Oswald, el tirador solitario
Sin embargo, lo que es indudable es
que se respaldó desde el minuto uno la versión del tirador solitario, L. H.
Oswald, que fue
asesinado, además, sólo dos días después del magnicidio, mientras las cámaras de televisión retransmitían en directo a todo el
país su trasladado desde la comisaría central de Dallas. Su asesino, Jack Ruby,
dueño de un local nocturno de la ciudad, dijo haberlo hecho para ahorrar el mal
trago de un juicio a la viuda Jackie Kennedy y para «redimir» a la ciudad de
Dallas.
Lo más llamativo no fue que Ruby
pudiera colarse con un arma delante del asesino del presidente sino que, en su
mayoría, el país aceptara la conclusión
presentada por la Comisión Warren en septiembre de 1964, en la que se estableció que Oswald había actuado solo disparando tres
balas desde el sexto piso —que coincidían con los tres casquillos hallados en
el almacén— y que Ruby no había matado a Oswald con el objeto de silenciar una
posible conspiración.
Sólo dos años más tarde, en 1966,
algunos periodistas e investigadores privados decidieron hincarle el diente a
los 26 volúmenes que había presentado la Comisión Warren con las evidencias
sobre las que se basaban sus conclusiones. Comenzaron a aparecer los críticos y los teóricos de la
conspiración. Toneladas de papel y tinta se han
vertido desde entonces desautorizando las conclusiones de aquella primera
Comisión, sobre todo la teoría de la bala solitaria de Arlen Specter.
La única investigación de relevancia
durante los 60 la llevó a cabo Jim Garrison, fiscal del distrito de Nueva
Orleans, que encontró lazos
entre Oswald y el movimiento anticastrista, a través de tres oscuros personajes: David Ferrie, Guy Bannister y Clay
Shaw. Su testigo estrella, David Ferrie, que reconoció haber tratado con Oswald
y pertenecer a un grupo anticastrista, se suicidió antes de subir al estrado;
Bannister, un ex oficial del FBI involucrado en oscuras tramas había muerto
unos años antes, y Shaw, previsiblemente, salió libre de toda sospecha de haber
conspirado para matar a Kennedy en 1968. El caso se olvidó hasta que Oliver
Stone lo rescató para su película
'JFK, caso abierto', en 1991.
Sin embargo, Garrison había entrado
en terreno pantanoso cuando descubrió los posibles lazos de Oswald con los
anticastristas. No en vano, su senda probaría ser la más transitada, ya que
poco a poco todas las investigaciones documentadas sobre el asesinato de
Kennedy, aunque de diferente signo, acabarían llevando casi siempre al mismo
nudo gordiano: Cuba y las relaciones con EEUU.
Desde las operaciones de la CIA contra
Castro y las de la propia Mafia, hasta una combinación de ambas. La Cosa Nostra se había quedado sin su centro recreativo de juego y
lavado de dinero tras la revolución del líder cubano y la expulsión del
dictador Juan Fulgencio Batista. La CIA había perdido, a escasos kilómetros de
su país, un territorio que acabaría siendo aliado de sus enemigos soviéticos.
El telón de fondo estaba claro:
primero el
escándalo en 1961 de Bahía de Cochinos, un plan
de invasión de Cuba por parte de rebeldes anticastristas a los que el director
de la CIA, Allen Dulles, había dado apoyo con el objetivo de derrocar a Castro.
El plan se gestó durante el último año de Eisenhower y aunque Kennedy lo
autorizó, acabaría prohibiendo el indispensable apoyo aéreo de EEUU a los rebeldes.
La invasión resultó un fracaso y la posición de EEUU, a pesar de los intentos
de Kennedy, quedó comprometida. Allen Dulles, que formaría parte de la Comisión
Warren, fue cesado.
En segundo lugar, y más crucial, fue la Crisis de los Misiles de
Cuba con la URSS en octubre de 1962. Tras 13
días de tensa negociación en los que la temida Guerra Nuclear fue una realidad
por las instalaciones de bases de misiles soviéticos en Cuba, JFK conjugó la
amenaza firmando un pacto secreto con Kruschev. Consistió en ceder las bases de
misiles en Turquía al tiempo que se comprometió a que EEUU no intentaría jamás
derrocar a Castro. Los rusos por su parte, retiraron los misiles de Cuba.
El caso Kennedy dio un vuelco a partir del escándalo Watergate. Las mentiras de Nixon, el espionaje al Partido Demócrata y la dudosa
financiación de su comité para la reelección encendieron todas las alarmas del
país. La puntilla la puso la CBS, cuando en 1975 emitió por primera vez en TV
para todo el país la cinta Zapruder, la hasta entonces enigmática grabación de
Super 8 mm.
La grabación de Zapruder
La cinta sólo la habían podido ver los investigadores del FBI, la
Comisión Warren y algunos periodistas e investigadores elegidos que tuvieron
acceso o bien a la copia que compró esa misma mañana la revista 'Life' —y de la
que sólo había publicado unos fotogramas en blanco y negro— o bien a la que le
fue entregada al fiscal Jim Garrison, que la filtraría a algunos investigadores
privados tras el fallido juicio en Nueva Orleans.
Coincidencia o no, el destino había querido que fuera Gerald Ford, uno
de los miembros de la originaria Comisión Warren, quien tuviera que lidiar de
nuevo con la muerte de JFK. Ford, vicepresidente de Nixon, había heredado los
jirones de la presidencia tras el escándalo Watergate y la subsiguiente
dimisión de 'Dick, el tramposo' en 1974, jurando como el 38 presidente de EEUU.
El
escándalo Watergate llevó a crear un comité del senado denominado Church—por el senador Frank Church—, destinado a examinar las operaciones encubiertas de la CIA, la NSA y el FBI
para asesinar a líderes extranjeros; mientras
que el presidente Gerald Ford tuvo que crear la denominada Comisión Rockefeller, con el objeto de responder a otras operaciones de la CIA y a la cuestión
de la herida en la cabeza de Kennedy, tras la alarma suscitada por el visionado
de la cinta Zapruder.
El 'Comité Church' descubrió, de
hecho, que EEUU, a pesar del tratado secreto con la URSS, siguió realizando una
serie de operaciones encubiertas en Cuba denominadas genéricamente 'Operación
Mangosta', con el objetivo de asesinar
a Castro y sabotear por todos los medios posibles su régimen comunista. Es decir, lo que se habían comprometido a no hacer con la URSS. Con
todo, la Cámara de Representantes creó un Comité Selecto para el
esclarecimiento del asesinato de JFK y Martin Luther King. A diferencia de la
'Comisión Warren' que resolvió el caso en diez meses, tardaron cuatro años,
tiempo en el que tuvieron acceso a las pruebas y evidencias que los teóricos de
la conspiración no pudieron. Su presidente, Robert Blakey, anunció las
sorprendentes conclusiones en 1979: hubo cuatro disparos, no tres, y un
segundo tirador, y por
tanto, una posible conspiración.
La prueba fundamental consistió en la
grabación de una de las radios de una de las motos de la policía de Dallas que
acompañó al desfile. La radio se quedó encendida en el canal 1 hacia las 12.30,
instantes antes del tiroteo y registró las detonaciones —unos pequeños
impulsos— en la cinta de la central policial de Dallas. Comprobaron que fueron
cuatro y no tres detonaciones. Las dos últimas eran prácticamente simultáneas,
por lo que era imposible que fueran realizadas con el fusil de cerrojo de
Oswald. Hicieron estudios de acústica basados en la posición de la moto y
concluyeron que los tres primeros disparos procedieron de la sexta planta del
edificio de Dallas, tal y como dijo la Comisión Warren, pero no el cuarto, que
procedía de la valla del Grassy Knoll, con una «probabilidad del 96%».
El Comité del Congreso
respaldaba así el testimonio de testigos como Lee Bowers, que el FBI había
rechazado 15 años antes y que afirmaban haber escuchado disparos e incluso
destellos o humo desde aquella zona.
Sin embargo, los forenses
consultados, aunque en su mayoría criticaron la forma en que se llevó a cabo la
autopsia, coincidieron en lo esencial con todos sus predecesores: la herida de
la cabeza que mató al presidente la provocó una bala disparada desde arriba y
atrás, y el orificio de la garganta era de salida, consecuencia de una bala que
había entrado por la parte posterior del cuello. Respaldaron la versión de la 'bala mágica'que había herido a Kennedy y Conally.
En resumen, Oswald no era el
único autor de los disparos, pero fueron sus dos balas las que hirieron y mataron
a Kennedy. El cuarto disparo, del segundo tirador, simplemente falló.
¿Quién ayudó o dirigió a Oswald entonces?
Durante la presentación de las conclusiones del comité, Robert Blakey,
explicó que, aunque no disponían de evidencias suficientes, el capo de la Mafia
de Lousiana, Mississippi y Texas, Carlos Marcello, tuvo «los motivos y la
oportunidad de hacerlo» y pedían al FBI que investigaran esta posibilidad. A
título personal, Blakey dejó caer a la prensa que él creía que había sido una
conspiración ordenada por la Mafia. Más tarde escribiría un libro explicando
sus afirmaciones.
Ninguna de las investigaciones que
han continuado el trabajo de Blakey, Garrison u otras posibilidades han podido
ser demostradas, puesto que no
se ha condenado a nadie por participar en la conspiración para matar al
presidente. Sin juicio es imposible determinar
qué ocurrió ya que sigue habiendo autores como Gerald Posner o Vincent
Bugliosi, que respaldan la versión del asesino solitario. Aún así, la desclasificación de todos
los documentos relativos al asesinato de Kennedy en 2017, tal y como establece la 'JFK Assassination Records Colllection Act'
aprobada en 1992, parece que podría arrojar nuevos datos a un caso hasta ahora
irresoluble al 100%. Entre ellos, los más de 1.000 documentos que aún no ha
querido hacer públicos la CIA.
El caso Kennedy dio un vuelco a
partir del escándalo Watergate. Las mentiras de Nixon, el espionaje y la dudosa
financiación de su comité para la reelección encendieron las alarmas del país.
La puntilla la puso la CBS, cuando en 1975 emitió en TV la cinta Zapruder
En 1976, un Comité de la Cámara de Representantes reabrió la
investigación. Tres años después, concluyeron que hubo cuatro disparos,
probablemente dos tiradores y, por tanto, una conspiración
No se ha condenado a nadie por
participar en la conspiración. La desclasificación en 2017 de todos los
documentos relativos al asesinato de Kennedy podría arrojar nuevos datos
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